domingo, 4 de enero de 2009

De las mujeres y el Feminismo

Hablemos de feminismo como a su vez de la mujer, pues estos términos, a la concepción de una servidora, están íntimamente unidos no sólo por la cuestión que alude a una corporeidad, sino también por esa pasión y espíritu femenino inmerso en nuestro humano y ontológico mundo. Debo admitir con pena que para mi esto es una tarea difícil ya que es evidente que mi participación en lo femenino cabría enunciarla solo en el papel de observadora, y en la lucha feminista podría decir que soy una activista más pasiva que activa, aún así, haciendo evidente estos obstáculos, me doy a la blasfema tarea de hablar de feminismo y la mujer.

Tratando de hablar sobre mujeres insignias del pensamiento feminista como fueron Graciela Hierro o María Zambrano, quienes han influenciado de manera muy particular mi pensar hacia la cuestión feminista y femenina [que no son lo mismo], o incluso, hablando de lo femenino en la literatura en algunas autoras o personajes como la ya eterna Maga de Julio Cortázar, la muerte del romanticismo que Madame Bovary inicia o la siempre apasionada y enamorada Laura Díaz. Pero por ahora es mi intención hablar del movimiento feminista en sí y sobre todo de la mujer, la mujer ante sí misma, ante su autocrítica, su vida y su historia, corriendo concientemente el peligro de la abstracción metafísica absurda o grosera.

La mujer ante sí misma, frente a su espejo, es la mujer que se juzga a ella ante su historia, su vida; desde lo más intimo de sí como género, es la mujer que se ve a sí misma frente a su desnuda intimidad como ser. Es la mujer en la que los conceptos, o más bien, sus concepciones de cuerpo, placer y feminidad han ido cambiando. La lucha femenina se ha ido especializando y profundizado a sí misma a lo largo del tiempo; la lucha por su derecho al voto, que en México no vería luz hasta 1953, su derecho al placer como un placer ético
[1], que es una de las más recientes luchas, y no sólo en el ámbito filosófico sino también en el vital personal y de la praxis; y últimamente su lucha por el derecho al aborto seguro, higiénico y legal, que ha acarreado una polémica quizá nunca antes vista ante una lucha de los derechos de la mujer, e incluso, vale la pena señalar, que muchas mujeres han sido educadas e influenciadas en la cultura machista predominante se oponen a este derecho por considerarlo cercano al pecado, al libertinaje o a un mal moral.

Así pues, la lucha por la liberación del la mujer, es la condición de la desenajenación de las condiciones de “vida” impuestas por la cultura machista predominante. Tanto hombres como mujeres, serán libres de expresar su corporeidad como sea su voluntad, buscar esa ética del placer tan necesaria para la vida, expresar ese ser que es la razón apasionada en cada uno de ellos, lecciones de vida que solo la lucha feminista nos ha podido aportar.

Dentro de ello, cabe hablar, que en la pasión femenina como de la pasión por lo femenino. Hay que ser precavidos; hay que diferenciar bien ambos términos y delimitar su acción no sólo teórica sino también práctica. En la pasión por lo femenino, ya lo había dicho María Zambrano
[2], en esa pasión por lo femenino por parte de lo masculino, se puede caer en una forma de discriminación de género que se basa en la concepción de “la doncella”, de esa mujer idealizada, hecha musa, llevada fuera de su realidad o de su ser femenino en nombre de una pasión mal entendida, es esa elevación injustificada a los altares del sentimiento [y agregaría yo, a los religiosos también], donde esa mujer es detenida [inmovilizada] en su vida, su historia y su pasión. Se vuelve una mujer desarraigada de su cuerpo, de su vida y de su ser apasionado, por una aparente protección o un aparente amor profundo.

Sobre la pasión femenina cabe decir que la mujer, cuando ama, se entrega en totalidad a esa pasión, a veces de una manera acrítica y poco precavida; la pasión de una mujer es su vida, es su forma de expresar la vida. Es por ello, que, a mi personal suposición, a veces pareciera que algunas mujeres han optado por dar una marcha atrás a los logros que las luchas feministas han forjado de manera conciente, pero en su mayoría de una manera inconsciente.

Al hablar de la lucha feminista y sus logros no sólo hablamos de la liberación de las mujeres, sino de la transformación total de toda la vida humana sin distinción de género alguno, pues es cierto que al leer a Virginia Woolf, a Susan Sontag, María Zambrano o Graciela Hierro no estoy leyendo a solo a una mujer, sino a pensadoras que entran en los cánones más altos del mundo de las letras, a pensadoras que independientemente de su género, ofrecen conceptos y concepciones nuevas al pensamiento humano en general. Hablamos de una revalorización del cuerpo humano, del placer ético y de la vida pasional, no sólo a nivel intelectual sino personal y humano, no distinguir a alguién, o mejor dicho, no segregar a nadie por motivo de género, esa es el logro humano más profundo del feminismo.

[1] Información constatable en los bellísimos escritos de Graciela Hierro.
[2] Para ser exactos en Eloisa y Diótima.

jueves, 1 de enero de 2009